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God Bless America… ¡Que Dios bendiga a
América!, ahora que el Armagedón llegó
y que nuestros valientes ejércitos
trafican la mota
prósperamente casados con su auto-
complaciente “guerra contra las drogas”.
Que Dios bendiga a América
donde atizas en la cárcel
lo que a ella te llevó
mientras el violador anda suelto
viviendo sus fantasías en nuestro propio tras-
patio.
Que Dios bendiga a América
Con toda su buena hierba doméstica
--la misma que la ha hecho engordar
en más de un sentido: “Mejor”, dice Dole,
“no dejar entrar esa plaga del sur;
tan bien como nos va con la que tenemos
en Kansas, saben, así que
díganle que “No” a la im-
portada y ¡Que Dios Bendiga a América!
Es para lo que sirve el “tratado de libre comercio”,
a fin de cuentas: mantener altos los precios de nuestras
“cosechas de alto rendimiento” (que nos ponen a volar)
mientras le dejamos caer encima al neighbor
todo lo que nos vaya a sobrar:
¡Quién dice que la competencia se hizo para nos!
Que Dios bendiga a América donde, con seiscientos
dólares al año mantienes tu cabeza bien campante
--lo mismo que me cuesta que el dentista me salve la
muela, sin contar con la corona que el seguro no paga,
que ¡así es como funciona ese asunto del seguro!
Incluso a veintiocho dólares la hora, el monto de
mi paga se esfuma: veinte horas de dar clases por
dos horas de sofisticada tecnología dental. Pero
Que Dios bendiga a América, ahora que el Armagedón
llegó y que los venerables Jefes de Estado (los Pre-si-
den-tes) reunidos en Chile están, bien hábiles para el ceremonial
y siempre prestos a hablar una cosa entre ellos y otra, muy
distinta, a oídos de la Prensa.
Quienes nos espían espiados deberían estar
por el bien de la patrie, de nuestro hogar,
aquí o en cualquier otro lugar! Que bendito no sea el
Papa quien, como todo Jefe de Estado, confabulado con
el crimen muy bien se la pasa, tratando de controlar más allá
de donde imponerse podrá, y propenso a destruir así
lo que poder humano alguno jamás creará. Que Dios
Bendiga a América, Dios, o Dios, Howl! (ecos del hermano
Ginsberg en nuestra alma, aúlla: en nuestro hueco, Aúuuulla!).
Así que cuándo, dime ahora, cuándo dejaré de bendecir a A-
mérica? O preciosísima, con tu espacioso cielo, con tus am-
barinas olas de marihuana meciéndose a lo largo de mi amada
Kansas, de vivaces girasoles cada vez más ra-
diantes bajo una mirada encendida por el misterioso, anti-
quísimo amplificador de nuestra sensibilité (¿cómo,
si no, habría creado Baudelaire el poema del
haschish?). Que Dios bendiga a
Kansas donde alguna vez jugué a ser Dorothy y
mis propios amigos Toto, el Hombre de Aluminio, el
León y el Espantapájaros (creo que a mí me toco ser
El Espantapájaros también...) y donde alguna vez
el hermano coyote (muy suavemente reclinado contra
mi lado) me “cruzó los cables” poniendo su locura en
mi corazón para curarme de ciertas fal-
sas percepciones de quienes no han sabido ver bien
--como que la “vida” (así en abstracto) pueda considerarse
“sagrada” mientras la gente (las personas digo) son tratadas
como cosas, ¡qué Dios bendiga a América!
Qué Dios bendiga nuestros dientes, tan caros—nuestros
Ojos tan preciados: Los cánceres de nuestra piel curados por
un nuevo ungüento que, quién lo hubiera dicho, tendría la
peculiaridad de hacerse adictivo, como la Lotería y
tantas otras cosas más:
como el sexo, o la gente (incluyendo su insoportable abuso)
o el café, ni qué decir de la nicotina, del alcohol, la cocaína, el crack y otras sustancias prohibidas a modo de promoción
para aplacar la Desesperación
pues, si la verdadera locura no afectara a toda mente netamente “cuadrada”, los más probados modos de la naturaleza serían
adoptados, pero no… ¡Bendito sea!
La historia se trasmuta a nuestros ojos en una singular lista de
faux pas: ni permanecerá ni será recordada
pues sola la eternidad ha de durar: En cierto sentido, el mundo termina con cada memoria colapsada
y así, el Alzheimer de la historia comienza con la
“selectividad” de los historiadores y con archivos
súbitamente borrados por el fuego o
por toda una serie de desastres naturales o
auto-inducidos: un súbito corte de energía que arrasa
con la memoria de cuanta cosa hay…
(Adivinen, no más, ¡qué fue lo que Nixon descartó de
aquella cinta! Que habíamos ayudado a Fidel a
...¿permanecer?)
Y entonces, quién querrá recordar
una y otra vez y una vez más
(no sea que lo vayan a olvidar)
cuando toda la eternidad nos contempla desde la palma
de la mano (según Blake, o Blake dixit).
A lo mejor,
en otra década, si aún “estamos”, la Encarta –o algún otro tipo de archivo prefabricado-- desplegará, bajo la expresión de “God Bless America” una “opción” compuesta de varios de estos largos versos rescatados del río de nuestra conciencia, o In-
conciencia, un 7 de noviembre de 1996 en Kendall, Mia-
mi, La Florida –en semejantes tiempos un Infierno en llamas entre dos aguas, o serán tres: todo ello segundos antes de tras-
mutarse en un perfecto radiante repositorio del
verde paraíso de antaño, que nunca cesa,
como el Poema no cesa jamás, sólo --ocasionalmente—
re-emerge de las profundas aguas del al-
ma con su coraza de
esperanza…
Pasará, sin duda (si pasa, o si no
pasa) como un poema automático francamente sur-
realista (super-real) y, a lo mejor, hasta viaja por el ciber-
espacio como una luminosa estela de Ceros y Unos sorteados:
cual tiro apuntado a la vista y cargado de cierto misterio-
so don para sanar…
(Pero a quién, al final, le importará, en la avalancha de palabras sin rumbo ni sentido, incluso cuando semejantes extravíos mereciesen ser atendidos, de nuevo, en la imponderable siempre ponderosa cabeza de quienes buscan, y, después, ¡olvidan!)
God Bless America: La probabilidad de una posteridad
letrada cada vez más improbable o, si letrada, estúpidamente
anonadada por sus propias visiones, voces, creaciones:
God and the imagination are One. Bendito sea
Wallace Stevens, que vendió seguros mientras lo-
graba triunfar, y no sólo como poeta… ¡Bendito sea,
God Bless…! Ahora que Armagedón súbitamente re-
aparece con hacerle clic al “ratón” dentro de esas ventanitas
que nos gobiernan la vida: ventanas hacia Armagedón visto
desde el Paraíso pero, también, ventanas hacia el Paraíso
visto desde el corazón de Armagedón:
¡Dios bendiga a América, bendiga al Mundo!
El Mundo de monjes alegremente atiborrados de merengues y pas-teles bajo el impresionante vientre que no pide perdón; y, de noche,
bajo la sotana, una pistola presta a
dispararse: el abusador feliz de poder dar-
le de comer a su acólito tercermundista
(sólo el cincuenta por ciento de los monjes, dicen, se han hincado ante el altar de endiabladas posesiones, inocentemente poseyendo a sus posesos… ¡Amen!)
La Palabra es una presa que se atrapa
en el juego de hacerla aparecer justo en su momento..
¡Que Dios bendiga a A-
mérica y al mundo! ¡Que Dios bendiga a los inmigrantes tam-
bién! Si no queremos a los ilegales, una vez que sean legales,
¿los vamos a querer también? Si lo que nos molesta es que
sean, o no sean, “legales”, entonces, mejor, deshacerse de
los “ilegales” por medio de la documentación, Bendito sea…
Roma lo hizo sin sufrir por ello: a los “bárbaros” hicieron ciu-
dadanos y bien apreciados en su día. Como miembro de la
tribu de “inmigrantes legales” que se hicieron
citoyen, o citoyenne, propongo eliminar el estatus de extranjero
mientras se preserva lo “extranjero” en nuestro medio
(¿quién, me lo quieren explicar, va a cuidar a la abuela –y al abuelo—ahora que las únicas dos hijas trabajan, de nuevo, y los pocos nietos regados a los cuatro vientos están?).
El Poema panfletario alza la cabeza de nuevo. Dice:
Las diferencias generacionales entre Norte y Sur
han de ser consideradas a la hora de le-gis-
lar, si no es demasiado tarde ya, América: antes de que
nuestras bendiciones se nos pudran todas, y no sólo a medias,
en medio de nuestra propia pequeña Armagedón
¡tan grande, tan gorda, tan grotesca!
La Torre de Babel devuelta: se llama la Inter-
Net, o no será la “Internet” sino el preludio a la re-
edición de Babel –o del bla – bla – bla – bla - bla-
de toda esa baba-bobería-babeante (Howl! ¡Aúuu Aúuu!...) entre
Las Persistentes Brumas de la Memoria.
Qué Dios bendiga a América, con o sin la Virgen María,
el mundo entero en su regazo, alter ego de toda
María que ha amamantado a su niño Jesús: María en
la ventana abierta al vasto firmamento mientras
Venus y la Luna murmullan en su oído
Viejas canciones de sabiduría, de un tiempo antes de
la Caída: Bendita sea la Virgencita de Guadalupe
y Bendita nuestra amada hermana, madre, esposa, y amante:
la Caridad del Cobre --Ochún-Yeyé-Cari: esa Venus de Milo de
nuestra alma afrocubana, cobre y oro, jugosas manzanas, man-
gos, duraznos, incienso a sus pies; bocado de ángel cu–
bierto de miel, almendras envueltas en choco-latl, flores a-
marillas, velas, incienso a sus pies: Belleza,
Bendita Belleza que sois reina suprema!
God Bless America significa que Dios Bendiga a
México, Guatemala, Honduras, El Salvador: Cuba, con
o sin Fidel, y todas las demás Islas: Dios bendiga a toda A-
mérica, y a todos los americanos, sean cuales sean las
banderas que han jurado, que el nombre no nos vaya a separar.
Dios bendiga el nombre que a todos une – Dios Bendiga la Macarena (qué-cosa-maj-buena). (¿La nueva versión latina del auld lang syne?) Juntos habrán de resonar en un Congreso multi-
lingüe que logre darle sentido a lo que quizá no lo tuviera
jamás, en lengua alguna, hasta la fecha. En el ciber-
espacio (¿acaso en poco tiempo odiaremos el lugar?) o en el
Capitolio: con ventanas que conecten lo que se debe juntar y
separe lo que hay que separar. Que Dios bendiga a
La Prensa cada vez que se niega a mentir y arriesga la muerte
misma: la guerra contra las “drogas” por parte de los “lores”
es lo que más nos cuesta. Más que ningún otro “precio que pagamos por las drogas” es el precio que se paga con tal de mantenerlo inflado. God Bless America, donde el pecado privado es virtud pública y las faltas públicas motivo de tanto lucro privado. Nadie gana, ¡ni siquiera quienes piensan que ya la hicieron! Mueren corporalmente y en su alma,
mientras que, quienes se prestan para decir la
Verdad, viven mejor por su haber muerto;
cambian sólo para mejorar y, aún cuando pierden, ganan,
mientras que quienes reciben “favores” a cambio de sus
mentiras, prontamente yacerán bajo la pila de remordimiento
que atiborra al más allá: perdedores ganadores,
ganadores perdedores. Bendito sea
El Mundo, tan bello tan bello: doblemente hermoso --lindo
cual justo, ahora que Armagedón llegó y que nuestra vestimenta ha
quedado raída, nuestros dientes, nuestras casas, nuestro hogar y
memorias ante todo lo perdido, desaparecido, por medio de
más ventanas de la cuenta que no llevan a ninguna
parte… o a Babel-- alejándonos del jardín que nos llama
desde este apacible portal: Oremos pues –gocemos-- el
momento mientras dura: atrapa el día, carpe carpe carpe diem,
no suceda que la realidad se nos pierda por andar tras lo que
sólo es “virtual” y de ninguna forma más real que la remota
posibilidad en un billón de ganarme la Lotería o de que llegue
a transcribir estas elucubraciones más allá de la página donde
el Amor de nuevo Aúlla mirando hacia la Luna, rogando por la
justicia, pan de nuestros días: por la Belleza, pan;
por la verdad que también nos nutre; rogando por el
Pan que nos sana y nos hace sentir plenos
en lugar de un pan que nos enferma y nos deja vacíos.
El Amor aullando a nuestra puerta, bailando tras la puerta
(aunque no sea la Macarena):
Only God is enough!
(¡Sólo Dios basta!)
Sylvia Ma de Js Valls Kendall, Nov. 11, 1996. Tipografiadas entre los 7-10 de diciembre, revisada 10-97 en honor de la Virgencita de Guadalupe, Nuestra Madre, y de Ochún-Yeyé-Cari, que es ella misma y nosotras también. Y en memoria del Poeta Ginsgberg, cuyo deceso también aconteciera desde que estas admoniciones milenaristas nos acaecieran. Traducido el 21 de marzo –mayo 26 del 2008. UR Nov 09